Queridos amigos y lectores:
¿Están ustedes seguros de que Dios existe?, ¿o más bien están seguros de que Dios no existe?
El gran escritor Jean Paul Sartré, fue también un gran ateo.
Le adjudicaron el Premio Nóbel de Literatura en 1964, consistente, en aquel tiempo, en 52.000 dólares, equivalentes hoy a más de 1.000.000 de dólares. Pero él se negó a recibirlos, por provenir de personas opuestas a la ideología marxista que el escritor profesaba.
Sus libros y sus obras de teatro llegaban a convencer de que Dios no existe, y de que esta vida no tiene sentido alguno, por lo cual este filósofo escritor encontraba aconsejable el suicidio.
Muchos, convencidos de su "teoría", se quitaron la vida.
Sin embargo, pocos meses antes de morir, motivado seguramente por la mayor claridad de visión espiritual que, muchas veces, trae la ancianidad, dijo estas palabras:
"Me pasé la vida negando la existencia de Dios, pero Dios sigue existiendo".
Y, como él, hubo muchos ateos y agnósticos que admitieron, convencidos, la existencia de Dios, hacia el final de sus vidas, o después de algún acontecimiento inesperado que les impactó de lleno.
Tal fue el caso del médico Alexis Carrel, al cual también le adjudicaron el Premio Nóbel de Medicina en 1912.
En Catholic-Net encontré mucho sobre él. Así comienza ese material:
ALEXIS CARREL (1873–1944)
Era un joven médico francés de Lyon, de 30 años, cuando reemplazó a uno de sus compañeros para ir, como médico, a una peregrinación de 300 enfermos al Santuario de Lourdes, en julio de 1903.
No creía en Dios ni en milagros. Era un científico que solo creía en la razón. Pero era un hombre sincero que, al final del viaje debió reconocer que existía Dios y lo sobrenatural.
Él nos cuenta su aventura espiritual en su libro "Viaje a Lourdes", donde él escribe sus impresiones bajo el nombre de Doctor Lerrac (el revés de Carrel).
Verán que hay científicos, filósofos, escritores, famosos todos ellos, que dejaron de ser ateos o agnósticos, y cuyo cambio radical de vida no es atribuible a su falta de "progresismo", o a su escasa inteligencia, o a su dogmatismo retrógrado, porque han sido científicos, ¡más inteligentes que muchos de nosotros juntos!
Traigo esto a colación, no como un argumento de que Dios existe, sino como un argumento de que también muchos sabios y encumbrados científicos racionalistas han dejado de ser ateos, lo cual nos convence de que el creer en Dios no es algo propio de gente de poca inteligencia, o de escaso conocimiento científico.
Nadie tiene culpa alguna por ser ateo o agnóstico.
Pero sí la tiene, si su ateísmo, o agnosticismo, lo lleva a ser pedante, sobrador, y a creerse más progresista e intelectualmente superior a los que creemos en un Dios, menoscabándonos, burlándose de nuestras creencias y hasta insultándonos.
Esa no es, precisamente, una actitud racional, sino, más bien pasional, es decir, emocional.
Nos acusan de dogmáticos ¡esgrimiendo ellos sus férreos dogmas!
Incurren así en una doble contradicción negando dogmas mediante otros dogmas,y admitiendo ellos la actitud dogmática que critican como retrógrada en los creyentes. Pero no precisan por qué sus dogmas sí deben ser aceptados y los nuestros no, ni por qué sostienen que la razón humana y la ciencia son infalibles, y son la única vía para llegar a la verdad. Yo dije en una conferencia:
"El hallazgo más grande de la razón humana, es el haber descubierto que no es ella el único camino para alcanzar la verdad".
Lo mejor es, entonces, respetarnos mutuamente, porque nadie es dueño de la verdad.
Pero hay algo verdaderamente seguro:
nadie puede estar seguro de la existencia, o de la no existencia de Dios.
No hay argumentos para demostrar que existe. Pero tampoco los hay para demostrar que no existe.
Entonces, ante la duda, es mejor tolerarnos recíprocamente, sin discriminar a nadie por lo que cree, sino por lo que hace o deja de hacer.
El mismo Papa afirma desconocer lo que le espera después de su muerte. Y agradece a las multitudes que acuden a su encuentro cuando él visita los distintos países, porque el entusiasmo de esas personas robustece su Fe.
A nosotros nos sucede a la inversa: viendo que, ante su presencia, se reúnen esas multitudes que lo ovacionan con tanto entusiasmo y alegría, sentimos que eso solamente es explicable porque Dios, al cual él va anunciando, existe y actúa en la Humanidad.
No es posible que tanta gente esté en el error, y solamente unos pocos racionalistas y agnósticos estén en la verdad.
Cada persona encuentra un poderoso motivo para creer, o para no creer, o para agredir a los que creen.
Les hago llegar un fragmento de lo que dijo el Papa el 16 de abril de 2012, fecha en la que cumplió sus 85 años.
«Me encuentro en la recta final del viaje de mi vida y no sé qué me espera. Sé, sin embargo, que la luz de Dios existe, que Él ha resucitado, que su luz es más fuerte que cualquier oscuridad; que la bondad de Dios es más fuerte que cualquier mal de este mundo. Y esto me ayuda a seguir adelante con seguridad. Esto nos ayuda a seguir adelante, y en esta hora doy las gracias a todos aquellos que constantemente me hacen sentir el ‘sí’ de Dios a través de su fe».
Querido amigo: Te ruego que reflexiones sobre cuanto acabas de leer, y que saques alguna conclusión analizando estos pensamientos.
Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva.
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