domingo, 21 de octubre de 2012

LADY GAGA Y EL SATANISMO



Queridos amigos y lectores:



Lady Gaga

En estos últimos años están llegando a Paraguay numerosos cantantes y grupos musicales, famosísimos algunos, famosos otros, y no tanto unos pocos.
Astros del arte nos han visitado, como Steven Tyler, de Aerosmith, y Paul Mc Cartney, de The Beatles, cuyo nivel artístico y humano es extremadamente distinto al de la también famosa Lady Gaga, que está por venir a Asunción en estos días.

Lo más llamativo en esta extraordinaria artista no es tanto el arte de su actuación, sino la poderosa carga de su mensaje, aparentemente iconoclasta, dirigido contra símbolos, emblemas religiosos y valores, todo lo cual confiere mayor interés a sus extrañas actuaciones, muy promocionadas por un grandioso marketing basado más en esas extravagancias y escenas atrevidas, que en su riqueza artística de compositora precoz y cantante de quilates.

Personalmente creo que esta mujer pudo haber llegado igualmente a la fama que alcanzó, sin necesidad de incurrir en las citadas rarezas y chabacanerías, porque le sobra talento.

Me acaba de llegar un artículo muy extenso, ilustrado con muchas fotos de sus más aparatosas y criticadas exhibiciones.
Dicho artículo llega a decir que "ella es la misma encarnación de satanás, del macho cabrío enemigo de Jesús, del ojo de Horus", y otros dislates sin fundamento real.
En una palabra el articulista afirma que ella se ha vuelto más famosa y conocida que el mismo Dios.

Tal afirmación, obviamente tan ridícula y subjetiva, es un disparate por lo exagerado.
Sin pretenderlo, tal vez, este articulista le hace mucha propaganda, y más bien despierta la curiosidad por concurrir a la convocatoria de la citada actriz, al insistir, como asustado, "que nadie vaya a escucharla", llegando a compararla con el mismísimo diablo.

Yo digo: que se vayan todos los que quieran verla en vivo, y que cada cual saque sus propias conclusiones en lo referente al balance que puede apreciarse entre el arte y el atrevimiento soez, que campean en el espectáculo de esta joven artista.

Si censuramos, de entrada nomás, este espectáculo al público potencial, estamos impidiendo la formación de la conciencia crítica del espectador al cual, antes del evento, ya le estamos imponiendo nuestra propia visión y la valoración de un fenómeno musical opinable.

En cuanto a lo del diablo: él no está en los citados espectáculos de Lady Gaga, sino en otros escenarios abismalmente distintos al de una actuación rockera.

Hubo un tiempo en el cual se hablaba, neciamente, acerca del satanismo subliminal en el rock, "comprobado", según sus detractores, al escuchar el disco al revés.
Todo eso pasó al olvido, y no hay por qué reeditarlo con la presencia de esta mujer que se educó en una Institución católica, habiendo sufrido allí, lamentablemente, fuertes traumas relacionados con el trato envilecedor y denigrante (bullying), que recibió de parte de sus compañeras, las cuales le hicieron sentir la última basura de la institución.
Ese es el traumático efecto psicológico del "bullying", por desgracia hoy vigente en nuestras instituciones educativas.

Esta mujer aún llora recordando aquellos episodios cargados de infinita angustia, y pide a Dios su ayuda implorándole que no la abandone.
                                                                                         
Lean lo que dijo en una entrevista grabada: 

“Sigo luchando por cada niño que es como yo, como yo me sentí y me sigo sintiendo”, declara con lágrimas en los ojos.
“El ‘bullying’ está contigo toda tu vida: nunca fui una triunfadora, era una pardilla y eso se queda conmigo”.
"A veces me siento como la pardilla del instituto que fui, y me tengo que decir cada mañana que soy una superestrella y que tengo que estar ahí para mis fans, que me necesitan".

En un momento de la cinta, Gaga reza una oración y le pide a Dios que le ayude "a ser fuerte, a ser valiente y a tener coraje". "No me dejes caer en mis inseguridades", concluye la extravagante estrella.
(Texto tomado de Internet).

Y aprovecho para recalcar la diferencia entre Dios, y cualquier determinada Religión: entre el Ser Supremo y los símbolos ideados para representarlo.

No aplaudo, obviamente, la profanación de dichos símbolos, ni el burlarse de ellos: lo considero una falta muy grave; pero no equiparo eso con burlarse de Dios mismo.

A Dios se lo profana de otra manera, aún cuando se respeten y honren los símbolos con Él relacionados.

Cuántos hay, en efecto, que hacen toda clase de ritos muy serios y "respetuosos" en torno a los citados símbolos, pero después su vida personal es un desatre. Son "fariseos hipócritas".

Las verdaderas fuerzas diabólicas desatadas sobre la Humanidad, es decir, el Mal, liberado en el Planeta, no está en estos inofensivos espectáculos, aunque chabacanos, obscenos y degradantes: los mismos no pasan de ser exhibiciones atrevidas, no dignas de elogios, por cierto, pero que interesan a cierto tipo de público donde muchos, tal vez, se encuentren sufriendo estados emocionales similares a los de la actriz, por lo cual se identifican con ella y se constituyen en sus fans. 

La forma artística de sus presentaciones es impecable: lo censurable, a veces, es el contenido que ella escogió. 

Puede uno cantar, con voz maravillosa y expresividad sorprendente, un texto pornográfico.
Eso no pasa de ser un fenómeno psicosocial, pero no tiene nada de diabólico.

Las verdaderas fuerzas diabólicas, lo repito, están en las guerras, en las torturas, en la trata de personas, en el sangriento y demoledor bullying escolar, en los campos de exterminio, en la pedofilia, en la ley del aborto libre y la eutanasia, en la persecución de cristianos hasta quemarlos vivos, en la maldad de religiosos, sacerdotes y obispos, que torturan a sus propios hermanos en Cristo, valiéndose del abuso de poder, etc.: esos, y otros violentos comportamientos similares son la personaficación del mal, la encarnación del demonio, y esos malditos serán los rechazados en el día final. En ellos está el diablo, no en la cantante Lady Gaga o en los rockeros.


Antiguamente se creía que el demonio era un ser viviente, que hasta podía ser visible y entrar dentro del ser humano, produciendo las famosas "posesiones diabólicas".                   

Después se fue cambiando este concepto, y se intentó definir mejor la naturaleza del demonio, y muchos doctores y teólogos le fueron dando nombres más apropiados, pero aún muy confusos.

Así el Papa Paulo VI, en una catequesis dedicada a explicar la acción del demonio en el mundo y en la Iglesia, lo nombró usando varios términos, algunos de los cuales son: "potencia hostil", "ser misterioso", "enemigo de los hombres", "ser preternatural", "ese mal", "realidad temible", "ser viviente", "ser oscuro y perturbador". Y usando una metáfora llegó a decir: "El humo de Satanás ha entrado por alguna fisura en el Templo de Dios". 
 
Pero todos esos términos, tan elocuentes, están muy lejos de definir la naturaleza concreta de tan temido "ser viviente".
 


Esa triste realidad indiscutible fue mencionada por Benedicto XVI cuando dijo: "Hay que limpiar la suciedad que hay en la Iglesia", refiriéndose a los curas y las monjas rebeldes, a los curas pedófilos, a los sacerdotes, obispos y hasta cardenales traidores al voto de castidad y al celibato, y a toda clase de inmundicia moral que hoy se detecta entre los que formamos parte de la Iglesia. ¡Una vergüenza injustificable, y un inmenso dolor!¡Es que allí está el demonio!

Es por eso que , en nuestros días, se prefiere esclarecer el sentido de los términos "demonio, diablo, o satanás", usándolos como sinónimos de "el adversario", es decir, de todo lo malo que pueda uno imaginar

En tal sentido el mismo Jesús le dijo a Pedro en una ocasión: "Aléjate de mí, satanás", siendo Pedro uno de sus mejores amigos, y no un ser malvado o diabólico.
 

Es así como, en el nuevo rito de la liturgia de la Vigilia Pascual, en el momento de la renovación de las promesas bautismales, se utiliza el siguiente texto, sumamente esclarecedor del tema satánico:


— ¿Renunciáis a Satanás, esto es: al pecado, como negación de Dios; al mal, como signo del pecado en el mundo; al error, como ofuscación de la verdad; a la violencia, como contraria a la caridad; al egoísmo, como falta de testimonio del amor?

Todos: ¡Sí, renuncio!

— ¿Renunciáis a sus obras, que son: vuestras envidias y odios; vuestras perezas e indiferencias; vuestras cobardías y complejos; vuestras tristezas y desconfianzas; vuestras injusticias y favoritismos; vuestros materialismos y sensualidades; vuestras faltas de fe, de esperanza y de caridad ?

Todos: ¡Sí, renuncio!

— ¿Renunciáis a todas sus seducciones, como pueden ser: el creeros los mejores; el veros superiores; el estar muy seguros de vosotros mismos; el creer que ya estáis convertidos del todo; el quedaros en las cosas, medios, instituciones, métodos, reglamentos, y no ir a Dios?

 Todos: ¡Sí, renuncio!

A la luz de estas reflexiones será adecuado y conveniente que pongamos la mira en derrotar al verdadero satanás vigente en nuestra sociedad e instituciones, en lugar de rasgarnos las vestiduras ante un estilo de espectáculo extravagante, creyendo que, dejando de asistir al mismo, ya hemos hecho algo en lo concerniente a tan necesaria lucha.


Esa creencia será verdaderamente mucho más dañina que el citado espectáculo musical.

Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva.

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