particularmente en los que se refieren a ese anhelo de justicia que bulle en el alma de todo ser humano bien nacido,
tiene poderosos auspiciantes en los EEUU.
Yo tengo un sueño
(En este material tomado de Wikipedia, me he permitido
resaltar algunos pasajes).
Martin Luther King, Jr. dando el discurso en la Marcha en Washington por los Derechos Civiles.
Yo tengo un sueño (
I Have a Dream) es el nombre del popular
discurso más famoso de
Martin Luther King
Jr., cuando habló poderosa y elocuentemente de su deseo de un futuro en
el cual la gente de tez negra y blanca pudiesen coexistir
armoniosamente y como iguales. Este discurso, pronunciado el
28 de agosto de 1963 desde las escalinatas del
Monumento a Lincoln durante la
Marcha en Washington por el trabajo y la libertad, fue un momento definitorio en el
Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos.
Está considerado frecuentemente como uno de los mejores discursos de la
historia, y quedó en el primer puesto entre los discursos del siglo XX
según los estudiosos de la retórica. Ampliamente aclamado como una pieza maestra de la retórica, el discurso de King se asemeja al estilo del
sermón de un ministro
bautista negro.
Apela a fuentes icónicas y ampliamente respetadas como la Biblia, e invoca la
Declaración de Independencia de los Estados Unidos, la
Proclamación de Emancipación, y la
Constitución de los Estados Unidos. A través del instrumento retórico de la
alusión (definido por Campbell y Huxman (2003) como "referencia indirecta a nuestro acervo cultural compartido, como la Biblia, la
mitología
griega y romana, o nuestra historia"), King hace uso de frases y
lenguaje de importantes textos culturales para sus propios propósitos
retóricos. Cerca del comienzo King alude al
Discurso de Gettysburg de
Lincoln diciendo:
"Five score years ago..." una particular forma de decir "cien años" en inglés (pues
score son 20 años y 20 x 5 = 100).
Las alusiones bíblicas también son comunes. Por ejemplo, King alude
al
Salmo 30:5 en la segunda estrofa de su discurso. Dice en referencia a
la abolición de la
esclavitud articulada por la
Proclamación de Emancipación
,
"llegó como un precioso amanecer para terminar una larga noche de
cautiverio." Otra alusión bíblica es encontrada en la décima estrofa:
"No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos satisfechos hasta que
"la justicia ruede como el agua y la rectitud como una poderosa
corriente." Esta es una alusión a Amós 5:24. King también cita de
Isaías
40:4 -
"Sueño que algún día los valles serán cumbres..."
La formación religiosa del orador se percibe claramente ya que
utiliza tres veces la expresión
"hijos de Dios", habla de que
"la gloria
de Dios será revelada, y se unirá todo el género humano", da ánimo a su
gente diciéndoles un mensaje
cristiano
"Continúen trabajando con la convicción de que el sufrimiento que no es
merecido, es emancipador" y cerrando el discurso con
"¡Libres al fin!
¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!".
Paralelismo,
o "usar la misma fraseología inicial en una secuencia de afirmaciones o
frases para agregar énfasis, orden, o climax a una idea" (Campbell
& Huxman, 2002, p. 177), es una herramienta retórica empleada a
través de todo el discurso. Un ejemplo de paralelismo es encontrado casi
al principio cuando King insta a su público a aprovechar el momento
"Ahora es el momento..." es repetido cuatro veces en la sexta estrofa.
El ejemplo más citado de paralelismo es encontrando en la frase
"Yo
tengo un sueño..." que es repetida ocho veces cuando King describe a su
audiencia una imagen de un
Estados Unidos de América integrado y unido.
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"Tengo un sueño"
(Texto íntegro de su famoso discurso)
Martin Luther King, Jr.
Pronunciado: El 28 de agosto de 1963 delante del
monumento a Abraham Lincoln en Washington, DC, durante una histórica manifestación de más
de 200,000 personas,
en pro de los derechos civiles para los negros en los EE.UU.
Estoy orgulloso de reunirme con ustedes hoy, en la
que será ante la historia la mayor manifestación por la libertad en la
historia de nuestro país.
Hace cien años, un gran estadounidense, cuya simbólica sombra nos cobija
hoy, firmó la Proclama de la emancipación. Este trascendental decreto
significó como un gran rayo de luz y de esperanza para millones de
esclavos negros, chamuscados en las llamas de una marchita injusticia.
Llegó como un precioso amanecer al final de una larga noche de
cautiverio. Pero, cien años después, el negro aún no es libre; cien años
después, la vida del negro es aún tristemente lacerada por las esposas
de la segregación y las cadenas de la discriminación; cien años después,
el negro vive en una isla solitaria en medio de un inmenso océano de
prosperidad material; cien años después, el negro todavía languidece en
las esquinas de la sociedad estadounidense y se encuentra desterrado en
su propia tierra.
Por eso, hoy hemos venido aquí a dramatizar una condición vergonzosa. En
cierto sentido, hemos venido a la capital de nuestro país, a cobrar un
cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república escribieron las
magníficas palabras de la Constitución y de la Declaración de
Independencia, firmaron un pagaré del que todo estadounidense habría de
ser heredero. Este documento era la promesa de que a todos los hombres,
les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad
y la búsqueda de la felicidad.
Es obvio hoy en día, que Estados Unidos ha incumplido ese pagaré en lo
que concierne a sus ciudadanos negros. En lugar de honrar esta sagrada
obligación, Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos; un
cheque que ha sido devuelto con el sello de "fondos insuficientes".
Pero nos rehusamos a creer que el Banco de la Justicia haya quebrado.
Rehusamos creer que no haya suficientes fondos en las grandes bóvedas de
la oportunidad de este país. Por eso hemos venido a cobrar este cheque;
el cheque que nos colmará de las riquezas de la libertad y de la
seguridad de justicia.
También hemos venido a este lugar sagrado, para recordar a Estados
Unidos de América la urgencia impetuosa del ahora. Este no es el momento
de tener el lujo de enfriarse o de tomar tranquilizantes de
gradualismo. Ahora es el momento de hacer realidad las promesas de
democracia. Ahora es el momento de salir del oscuro y desolado valle de
la segregación hacia el camino soleado de la justicia racial. Ahora es
el momento de hacer de la justicia una realidad para todos los hijos de
Dios. Ahora es el momento de sacar a nuestro país de las arenas
movedizas de la injusticia racial hacia la roca sólida de la hermandad.
Sería fatal para la nación pasar por alto la urgencia del momento y no
darle la importancia a la decisión de los negros. Este verano, ardiente
por el legítimo descontento de los negros, no pasará hasta que no haya
un otoño vigorizante de libertad e igualdad.
1963 no es un fin, sino el principio. Y quienes tenían la esperanza de
que los negros necesitaban desahogarse y ya se sentirá contentos,
tendrán un rudo despertar si el país retorna a lo mismo de siempre. No
habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta que a los
negros se les garanticen sus derechos de ciudadanía. Los remolinos de la
rebelión continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra nación hasta
que surja el esplendoroso día de la justicia. Pero hay algo que debo
decir a mi gente que aguarda en el cálido umbral que conduce al palacio
de la justicia. Debemos evitar cometer actos injustos en el proceso de
obtener el lugar que por derecho nos corresponde. No busquemos
satisfacer nuestra sed de libertad bebiendo de la copa de la amargura y
el odio. Debemos conducir para siempre nuestra lucha por el camino
elevado de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra
protesta creativa degenere en violencia física. Una y otra vez debemos
elevarnos a las majestuosas alturas donde se encuentre la fuerza física
con la fuerza del alma. La maravillosa nueva militancia que ha envuelto a
la comunidad negra, no debe conducirnos a la desconfianza de toda la
gente blanca, porque muchos de nuestros hermanos blancos, como lo
evidencia su presencia aquí hoy, han llegado a comprender que su destino
está unido al nuestro y su libertad está inextricablemente ligada a la
nuestra. No podemos caminar solos. Y al hablar, debemos hacer la promesa
de marchar siempre hacia adelante. No podemos volver atrás.
Hay quienes preguntan a los partidarios de los derechos civiles, "¿Cuándo quedarán satisfechos?"
Nunca podremos quedar satisfechos mientras nuestros cuerpos, fatigados
de tanto viajar, no puedan alojarse en los moteles de las carreteras y
en los hoteles de las ciudades. No podremos quedar satisfechos, mientras
los negros sólo podamos trasladarnos de un gueto pequeño a un gueto más
grande. Nunca podremos quedar satisfechos, mientras un negro de
Misisipí no pueda votar y un negro de Nueva York considere que no hay
por qué votar. No, no; no estamos satisfechos y no quedaremos
satisfechos hasta que "la justicia ruede como el agua y la rectitud como
una poderosa corriente".
Sé que algunos de ustedes han venido hasta aquí debido a grandes pruebas
y tribulaciones. Algunos han llegado recién salidos de angostas celdas.
Algunos de ustedes han llegado de sitios donde en su búsqueda de la
libertad, han sido golpeados por las tormentas de la persecución y
derribados por los vientos de la brutalidad policíaca. Ustedes son los
veteranos del sufrimiento creativo. Continúen trabajando con la
convicción de que el sufrimiento que no es merecido, es emancipador.
Regresen a Misisipí, regresen a Alabama, regresen a Georgia, regresen a
Louisiana, regresen a los barrios bajos y a los guetos de nuestras
ciudades del Norte, sabiendo que de alguna manera esta situación puede y
será cambiada. No nos revolquemos en el valle de la desesperanza.
Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del
momento,
yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en
el sueño "americano".
Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero
significado de su credo: "Afirmamos que estas verdades son evidentes:
que todos los hombres son creados iguales".
Sueño que un día, en las rojas colinas de Georgia, los hijos de los
antiguos esclavos y los hijos de los antiguos dueños de esclavos, se
puedan sentar juntos a la mesa de la hermandad.
Sueño que un día, incluso el estado de Misisipí, un estado que se sofoca
con el calor de la injusticia y de la opresión, se convertirá en un
oasis de libertad y justicia.
Sueño que mis cuatro hijos vivirán un día en un país en el cual no serán
juzgados por el color de su piel, sino por los rasgos de su
personalidad.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que un día, el estado de Alabama cuyo gobernador escupe frases de
interposición entre las razas y anulación de los negros, se convierta en
un sitio donde los niños y niñas negras, puedan unir sus manos con las
de los niños y niñas blancas y caminar unidos, como hermanos y hermanas.
¡Hoy tengo un sueño!
Sueño que algún día los valles serán cumbres, y las colinas y montañas
serán llanos, los sitios más escarpados serán nivelados y los torcidos
serán enderezados, y la gloria de Dios será revelada, y se unirá todo el
género humano.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la cual regreso al Sur. Con
esta fe podremos esculpir de la montaña de la desesperanza una piedra
de esperanza. Con esta fe podremos trasformar el sonido discordante de
nuestra nación, en una hermosa sinfonía de fraternidad. Con esta fe
podremos trabajar juntos, rezar juntos, luchar juntos, ir a la cárcel
juntos, defender la libertad juntos, sabiendo que algún día seremos
libres.
Ese será el día cuando todos los hijos de Dios podrán cantar el himno
con un nuevo significado, "Mi país es tuyo. Dulce tierra de libertad, a
tí te canto. Tierra de libertad donde mis antesecores murieron, tierra
orgullo de los peregrinos, de cada costado de la montaña, que repique la
libertad". Y si Estados Unidos ha de ser grande, esto tendrá que
hacerse realidad.
Por eso, ¡que repique la libertad desde la cúspide de los montes
prodigiosos de Nueva Hampshire! ¡Que repique la libertad desde las
poderosas montañas de Nueva York! ¡Que repique la libertad desde las
alturas de las Alleghenies de Pensilvania! ¡Que repique la libertad
desde las Rocosas cubiertas de nieve en Colorado! ¡Que repique la
libertad desde las sinuosas pendientes de California! Pero no sólo eso: !
¡Que repique la libertad desde la Montaña de Piedra de Georgia! ¡Que
repique la libertad desde la Montaña Lookout de Tennesse! ¡Que repique
la libertad desde cada pequeña colina y montaña de Misisipí! "De cada
costado de la montaña, que repique la libertad".
Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada
caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada
del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y
cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las
palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin!
Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"