Queridos amigos y lectores:
La coherencia entre ideas y vida, entre principios y conducta, es una virtud difícil de encontrar entre los humanos.
Por desgracia hay muchos, especialmente entre políticos y mandatarios que, a la hora de decidir, se dedican más a atender sus intereses personales o partidarios, que a promover el imperio de la justicia y de la razón, raíz y motor de toda conducta coherente.
No me resulta fácil entender cómo es posible que existan personas que dicen defender tenazmente la justicia y la democracia, pero aplican dichos principios solo cuando les conviene, y los pisotean escandalosamente cuando no serán favorables a su conveniencia personal.
La Guerra genocida de la Triple Alianza contra Paraguay, es un ejemplo patente de cuanto vengo diciendo: tres países, movidos solo por la envidia y la codicia, se aliaron para destruir la existencia de la nación paraguaya, bajo la sombrilla de una supuesta defensa de nuestro pueblo, al cual terminaron diezmándolo casi por completo: ¡vaya "defensa" del pueblo!
Lo arrasaron todo, pero no pudieron acabar con
nuestra nacionalidad, ni con nuestra soberanía.
"Casualmente" esos
mismos países de la Triple Alianza, ahora bajo la otra sombrilla: de que
"aquí hubo un golpe Parlamentario que lo destituyó a Lugo", nos
propinaron una bofetada, suspendiendo al Paraguay del Mercosur, sin
esgrimir otro argumento que el de la supuesta "falta de tiempo para la
defensa".
Con otra bofetada, admitieron a Venezuela en el Mercosur, atropellando toda normativa de dicho Organismo, al margen de si conviene o no que entre dicho país, lo cual ya es otro tema.
Con otra bofetada, admitieron a Venezuela en el Mercosur, atropellando toda normativa de dicho Organismo, al margen de si conviene o no que entre dicho país, lo cual ya es otro tema.
Y como si no bastaran las humillaciones infligidas a nuestra dignidad de Nación Soberana, Cristina y Dilma, pese a que ya contamos con un Presidente democráticamente electo en elecciones transparentes y ejemplarmente pacíficas, decidieron no admitir a Paraguay al Mercosur, hasta tanto nuestro país admita a Venezuela a dicho Organismo.
Me
pregunto:¿podemos admitir tanto atropello?
¿Es posible dar la bienvenida
a un hombre que ha sido declarado "persona no grata" por nuestro
Parlamento? ¿Permitiremos a un hombre que, pisoteando, abierta e
impunemente, el principio de no ingerencia de un país en los manejos de
otro, se metió de lleno en nuestra nación soberana, pretendiendo
sublevar a nuestras Fuerzas armadas, para impedir la ejecución de la
sentencia derivada del juicio político?
¿Nos quedaremos callados y sumisos ante este señor, que aún no ha sido reconocido como Presidente de su país, por haber hecho fraudes, groseros y evidentes en las urnas?
¿Nos quedaremos callados y sumisos ante este señor, que aún no ha sido reconocido como Presidente de su país, por haber hecho fraudes, groseros y evidentes en las urnas?
Los de la Triple Alianza del Mercosur, con el risible argumento de que "no se ha dado suficiente tiempo a los defensores de Lugo", han sancionado dura e ilegalmente a Paraguay, país pacífico que hoy cuenta con un Presidente democráticamente electo.
Pero esos mismos países
coaligados, no toman medida alguna contra Venezuela, ni tan siquiera una suave
advertencia, ni manda a sus veedores, ante el caos, el hambre y la
violencia que reinan en dicho país, a causa de un hombre que intentó
promover la rebelión nuestras Fuerzas Armadas, con la consiguiente
violencia y muerte de compatriotas , y que hizo trampas para hacerse con
el poder, en una hoy tan agitada y dividida Venezuela, país petrolero,
pero con supermercados ya gravemente desabastecidos de alimentos e
insumos esenciales para el hogar.
Por eso comencé este comentario diciendo que "La coherencia entre ideas y vida, entre principios y conducta, es una virtud difícil de encontrar entre los humanos".
Les acerco un editorial de ABC-Color, que toca este tema.
Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva
Dr. Francisco Oliveira y Silva
La ley del embudo - Edicion Impresa - ABC Color
www.abc.com.py
Si
hay un caso en el que la recalcitrante hipocresía del liderazgo
político regional ha quedado patéticamente manifiesta, es en el trato
que les depararon a Paraguay y Venezuela por la forma en que ambas
naciones encararon las respectivas crisis institucionales que les
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