¿Por qué esos millones de personas, venidos desde los más lejanos
confines de la tierra, llegan hasta Roma sin haber recibido dinero ni
promesas de premio alguno, sino costeándose sus pasajes, y haciendo
grandes sacrificios incluso, como dormir en la plaza?
Creo que
esta pregunta guarda relación con la primera, en cuanto a que las
personas estamos dispuestas a realizar grandes sacrificios cuando
consideramos que la causa es noble y sincera. No está de más reiterar
que cuando se llega al corazón de la gente, ésta responde de la misma
manera: con el corazón. Del mismo modo, pero en sentido contrario,
podríamos afirmar que la falta de convocatoria de los consabidos
discursos de ocasión tiene sus raíces en la poca credibilidad de los
oradores de turno.
¿Podrán los enemigos de la Iglesia, destruirla como pretenden?
No,
porque la Iglesia se sostiene en la fe. Habría que destruir la fe para
destruir la Iglesia. Pero para destruir la fe, habría que destruir
primero a la persona toda, que es quien le da vida desde el espíritu.
¿Podrán esos enemigos borrar el nombre de Dios en las leyes, en las escuelas, en la sociedad y en los hogares?
Para
responder a esta pregunta debo dividirla en dos partes: por un lado,
Dios en las leyes y las escuelas (y cuando hablo de escuelas me refiero a
las públicas); y por el otro lado, Dios en la sociedad y en los
hogares. Yo estoy convencido de que, para alcanzar la igualdad de
derechos, se debe separar al Estado de la Iglesia. Pero entiendo esta
separación en tanto y en cuanto signifique evitar el adoctrinamiento
religioso, puesto que no es aceptable, desde mi punto de vista, que el
Estado permita que se enseñen como verdades (y se legisle en tal
sentido) los dogmas de un credo determinado. El Estado debe basar su
accionar en la ciencia. Y es esta postura la que me permite, por otra
parte, sostener que se debe enseñar religión en los colegios, pero con
énfasis en la historia y la ética, apuntando a hacerlo de forma
comparada, de suerte tal de poder comprender la evolución del
pensamiento humano.
Sin embargo, no es aceptable intentar borrar a
Dios de la sociedad toda (incluyendo los hogares) pues se violentaría la
dignidad humana, entendiendo por ésta el valor que nos es inherente en
cuanto a seres dotados de libertad. Se debe proteger con todos los
medios que tengamos a nuestro alcance la voluntad de las personas de
creer y profesar dicha creencia.
¿Podrán conseguir que los gobernantes del Paraguay impongan en las
escuelas y colegios una "educación sexual" libertina, que admite como
conductas normales la homosexualidad, el aborto...?
Quisiera referirme aquí, en particular, al tema del aborto.
Al
respecto, y durante años, los abortistas, de forma malintencionada y
artera, han intentado circunscribir la discusión a instancias tales como
la de la salud pública o la biología, dejando de lado el hecho de que
la naturaleza no hace distinción alguna entre las formas de vida (no
existe ley natural que establezca que un ser humano valga más que una
bacteria), y que por lo tanto, la valoración la hacemos nosotros desde
la filosofía.
Se trata, pues, de una discusión que tiene como
centro a la ética, y a los principios que de ella deriven al intentar
dignificar a la persona humana (para aquellos que estamos en contra del
aborto, esta dignificación se inicia en la fecundación).
No es
razonable, entonces, fundamentar una estructura moral sobre ciencias
como la biología (si bien éstas son muy útiles para desentrañar los
misterios de la evolución), ya que, como se dijo al principio, la
naturaleza no distingue entre las distintas formas de vida.
Por
lo mismo, tratar el tema desde el plano de la salud pública sería un
despropósito, pues primero debería resolverse en el plano que le es
propio, es decir, el de la ética.
El único motivo que encuentro
que lleve a semejante distorsión, es la urgencia de ciertos grupos
ideologizados de obtener beneficios en la implantación de sus ideas en
las escuelas y colegios.
Muchas gracias Don Francisco por permitir exponer nuestras ideas.
Cordiales saludos!
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