Queridos amigos y lectores:
Jesús no condenó a la mujer acusada de adulterio. San Agustín, imaginando
esta escena, escribió:"Quedaron solo ellos dos: la miserable y la Misericordia".
"La miserable" es la adúltera, porque la Ley la condenaba a morir lapidada, es decir, apedreada.
"La Misericordia" es Jesús, porque Él le salvó de la muerte y le dijo: "yo tampoco te condeno".CON GESTOS COMO ESE, LLENO DE MISERICORDIA HACIA MUJERES PECADORAS Y PUBLICANOS, ES JESÚS MISMO QUIEN INSTALA "LA NUEVA MORAL" EN LA HUMANIDAD.
Se referían a la virtud de la "pureza", como privación de todo lo relacionado con el sexo, asumiendo la rara pretensión de "desencarnar" al ser humano tornándolo ángel. Todo comportamiento sexual era considerado "impureza". Era una moral "angelicista".
El único "justificativo" de la relación sexual era el de la procreación, pero evitando consentir en el placer resultante de tal acto. Sentirlo, sí, porque era inevitable; pero consentirlo no, porque eso ya era halagar al cuerpo.
Todo estaba tan estrictamente regulado que se ponía más de relieve la enormidad del pecado y el desprecio del cuerpo, que la infinita misericordia de Dios, creador de la sexualidad.
La enorme cantidad de normas morales, con sus "atenuantes" y "agravantes", llegaban a eclipsar el sol de la infinita bondad divina, en medio de una suerte dejungla de casos de comportamientos morales o inmorales, que se debían aceptar o esquivar de acuerdo a su bondad o maldad, respectivamente.
El interminable listado de "casos" de moralidad, y los criterios acerca de la "licitud" o "ilicitud" de los mismos, recibe el nombre de "casuística".
Pero es más que obvio que solo los teólogos y ciertos sacerdotes más instruidos, tenían acceso a dicho conocimiento tan complejo y debatible. Las personas debían consultar con ellos, los "entendidos", para saber si tal acto era bueno o malo.
Este tema es muy denso e importantísimo, de modo que me permito recomendar leerlo a fondo en mi libro "Lo que no dice la Biblia", donde lo trato acabadamente en el Capítulo XI, desde la página 199 a la 216. El libro lo publiqué en el año 2009, y está en El Lector.
Los moralistas de todos los siglos debatían acerca de estos temas. Las reuniones donde los trataba recibían el nombre de "Consideraciones sobre casuística"; y se escribían libros en los cuales los moralistas expresaban sus criterios personales, cuyo título era: "Casuística Moral".
Llegamos a la conclusión de que la vieja moral, LA MORAL TRADICIONAL, la han escrito los moralistas.
Y LA NUEVA MORAL tiene por autor a Jesús mismo.
- Hay una frase famosa de San Agustín que yo la suelo traer a colación para evitar esas discusiones casuísticas.Él dijo: "Ama y haz lo que quieras: si callas, calla por amor; si gritas, grita por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Exista dentro de ti la raíz de la caridad; de dicha raíz no puede brotar sino el bien".
- San Pablo, (Romanos 13,8-10) "No estéis en deuda con nadie, sino amaos los unos a los otros, porque quien ama al prójimo ha cumplido la Ley. Pues"no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás", y cualquier otro precepto, en esta sentencia se resume: "Amarás al prójimo como a ti mismo". El amor no obra el mal contra el prójimo, pues el amor es el cumplimiento de la Ley".
- San Pablo no hace más que recordar la sentencia del mismo Jesús al respecto, cuando alguien le preguntó: "Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley? Y Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primero y grande mandamiento.Y el segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la ley y los profetas".
- El eminente psicólogo francés Ignace Lepp, que ha sido mi Maestro y mentor en el arte y la ciencia de la Psicoterapia, dice en uno de sus muy valiosos libros:
"Que puede darse pecado también en materia sexual, es innegable, puesto que ahí, como en todas partes el espíritu del hombre debe orientarse hacia el único mandamiento de la Ley nueva, el "Mandamiento nuevo", que es el del amor a Dios y al prójimo. Pero en ningún supuesto puede considerarse la transgresión de las reglas y convencionalismos de la moral sexual, como el mayor de los pecados, o como el pecado por excelencia.
El orgullo, la injusticia, la dureza de corazón, la avaricia incluso, afean todavía más el espíritu, y atentan más gravemente contra la verdadera moral". ("Cartas póstumas a mis lectores". Pág.71)
- El Papa Francisco, al concluir solemnemente el Jubileo Extraordinario de la Misericordia por él instituido, escribió un valiosos documento. Es una Carta Apostólica que comienza con esta palabras: "Misericordia et misera". Dice el primer párrafo:
"Misericordia et misera son las dos palabras que san Agustín usa para comentar el encuentro entre Jesús y la adúltera (cf. Jn 8,1-11). No podía encontrar una expresión más bella y coherente que esta para hacer comprender el misterio del amor de Dios cuando viene al encuentro del pecador: «Quedaron sólo ellos dos: la miserable y la Misericordia». Cuánta piedad y justicia divina hay en este episodio. Su enseñanza viene a iluminar la conclusión del Jubileo Extraordinario de la Misericordia e indica, además, el camino que estamos llamados a seguir en el futuro.
- Y en la Misa con los nuevos Cardenales, el Papa Francisco hizo una homilía de la cual extraigo dos párrafos relacionados con la moral vieja, y con la moral nueva. La Moral de los preceptos, y la Moral del amor.
"Jesús revoluciona y sacude fuertemente aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los prejuicios. Él, sin embargo, no deroga la Ley de Moisés, sino que la lleva a plenitud (cf. Mt 5, 17), declarando, por ejemplo, la ineficacia contraproducente de la ley del talión; declarando que Dios no se complace en la observancia del Sábado que desprecia al hombre y lo condena; o cuando ante la mujer pecadora, no la condena, sino que la salva de la intransigencia de aquellos que estaban ya preparados para lapidarla sin piedad, pretendiendo aplicar la Ley de Moisés.
Jesús revoluciona también las conciencias en el Discurso de la montaña (cf. Mt 5) abriendo nuevos horizontes para la humanidad y revelando plenamente la lógica de Dios. La lógica del amor que no se basa en el miedo sino en la libertad, en la caridad, en el sano celo y en el deseo salvífico de Dios, Nuestro Salvador, «que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1Tm 2,4). «Misericordia quiero y no sacrificio» (Mt 12,7; Os 6,6).
Y Jesús no tiene miedo de este tipo de escándalo. Él no piensa en las personas obtusas que se escandalizan incluso de una curación, que se escandalizan de cualquier apertura, a cualquier paso que no entre en sus esquemas mentales o espirituales, a cualquier caricia o ternura que no corresponda a su forma de pensar y a su pureza ritualista. Él ha querido integrar a los marginados, salvar a los que están fuera del campamento (cf. Jn 10).
Son dos lógicas de pensamiento y de fe: el miedo de perder a los salvados y el deseo de salvar a los perdidos. Hoy también nos encontramos en la encrucijada de estas dos lógicas: a veces, la de los doctores de la ley, o sea, alejarse del peligro apartándose de la persona contagiada, y la lógica de Dios que, con su misericordia, abraza y acoge reintegrando y transfigurando el mal en bien, la condena en salvación y la exclusión en anuncio.
El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón sincero; el camino de la Iglesia es precisamente el de salir del propio recinto para ir a buscar a los lejanos en las “periferias” esenciales de la existencia; es el de adoptar integralmente la lógica de Dios; el de seguir al Maestro que dice: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Lc 5,31-32).
Queridos hermanos nuevos Cardenales, mirando a Jesús y a nuestra Madre, os exhorto a servir a la Iglesia, en modo tal que los cristianos –edificados por nuestro testimonio– no tengan la tentación de estar con Jesús sin querer estar con los marginados, aislándose en una casta que nada tiene de auténticamente eclesial.
Os invito a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, por el motivo que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está presente también en aquellos que han perdido la fe, o que, alejados, no viven la propia fe, o que se declaran ateos; al Señor que está en la cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido; al Señor que está en el leproso – de cuerpo o de alma -, que está discriminado. No descubrimos al Señor, si no acogemos auténticamente al marginado.
Os invito a servir a Jesús crucificado en toda persona marginada, por el motivo que sea; a ver al Señor en cada persona excluida que tiene hambre, que tiene sed, que está desnuda; al Señor que está presente también en aquellos que han perdido la fe, o que, alejados, no viven la propia fe, o que se declaran ateos; al Señor que está en la cárcel, que está enfermo, que no tiene trabajo, que es perseguido; al Señor que está en el leproso – de cuerpo o de alma -, que está discriminado. No descubrimos al Señor, si no acogemos auténticamente al marginado.
- En la siguiente homilía el Papa se refirió a la casuística:
VATICANO, 24 Feb. 17 / 05:36 am (ACI).- En la homilía que pronunció en la Misa de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco invitó a ser justos y misericordiosos al mismo tiempo, puesto que ambas cosas van unidas e indican el camino del cristiano.
Al invitar a huir de la casuística de la que hacían gala los fariseos, Francisco explicó que “cuando la tentación te toca el corazón, este camino de salir de lacasuística a la verdad y a la misericordia no es fácil: se requiere la gracia de Dios para que nos ayude a ir hacia delante y debemos pedirla siempre: ‘Señor, que yo sea justo, pero justo con misericordia. No justo cubierto de casuística’”.
También señaló que una persona que tiene esta mentalidad casuística puede preguntar: ‘¿Qué es más importante en Dios, la justicia o la misericordia?’. Es un pensamiento enfermo. Es una sola cosa. En Dios justicia es misericordia y misericordia es justicia”.
Francisco recordó la pregunta que los fariseos hicieron al mismo Jesús para ponerlo a “prueba”: “¿Es lícito para un marido repudiar a su mujer?”.
“No responde si es lícito o no, no entra en su lógica casuística porque ellos pensaban solo en la fe en términos de ‘se puede’ o ‘no se puede’ hasta donde se puede, hasta donde no se puede”.
“Jesús dice siempre la verdad”, “explica las cosas como han sido creadas”, subrayó el Papa.
El Papa dijo que el adulterio es “grave” pero recordó que cuando Jesús se encontró con una adúltera la dijo: “yo no te condeno” y la invitó a no pecar más.
“Jesús deja fuera la casuística. A aquellos que querían ponerlo a prueba, a los que pensaban con esta lógica del ‘se puede’, los califica de hipócritas. La casuística es hipócrita”.
“Que el Señor nos ayuda a entender este camino, que no es fácil, pero nos hará felices y hará feliz a mucha gente”, concluyó.
Dr. Francisco Oliveira y Silva
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