Queridos amigos y lectores:
EL DIVINO MOMENTO DE LA VESTICIÓN DE LA SOTANA - (Foto referencial).
Hoy quiero compartir con ustedes una experiencia íntima.
Debo hacer un pequeño recorrido antes de llegar al tema de la CRUZ.
Puede leerse en mi biografía que Dios me regaló la dicha inmensa de poder recibir la sotana ¡tan soñada desde los 10 años!, en la Congregación salesiana, en una solemne ceremonia inolvidable, como lo ilustra la foto, que tuvo lugar en la ciudad de Rosario, Argentina, el año 1957.
Entonces comenzó la hermosa etapa del Noviciado, que duró un año, durante el cual los novicios salesianos se dedican a estudiar y comprender la esencia del sistema educativo de Don Bosco, y la naturaleza psicológica y espiritual de los votos de Pobreza, Castidad y Obediencia, que los profesé al finalizar esa etapa.
Profesé dichos votos, por tres años, en 1958. Me trasladé de inmediato al Estudiantado filosófico Nuestra Señora del Rosario, en Córdoba, donde estudié Filosofía durante esos tres años.
Me asignaron después, "por Obediencia", la tarea de enseñar, en el Seminario menor de Ypacaraí, griego, literatura y latín a los seminaristas menores, durante un año, al final del cual, por consejo médico y decisión personal, dejé de intentar seguir esa carrera.
Pasado un año en el hogar de mis padres, y habiendo conocido y formado parte del Movimiento apostólico de Schöenstatt en Asunción, decidí reintentar proseguir la carrera hacia el sacerdocio, pero esta vez en el noviciado de Schöenstatt, en Santiago de Chile.
Recibí nuevamente la sotana, la de dicha Congregación, y volví a hacer en ella el Noviciado.
El estilo de vida allí fue muy diferente al de la congregación salesiana.
Una de las novedades era que cada grupo de novicios, debía encontrar un lema, es decir, una frase que resumiera lo que, según nuestras reflexiones espirituales, Dios esperaba de nosotros: qué misión nos estaba dando el Señor.
Descubrimos, luego de arduos debates, que estábamos llamados a ser "padres y pastores para cuidar las ovejas del rebaño de Cristo, y conducirlo hacia Dios".
Lo sintetizamos en esta frase en latín, como se estilaba entonces: "Pastor ad Patrem", que significa "Pastor hacia el Padre", entendiendo ese lema como la decisión de ayudar a cuantos lo necesitaran, con el amor de un padre y un pastor, orientándoles hacia nuestro Padre Dios.
Conociendo mis compañeros novicios mi facilidad para componer poemas y canciones, me sugirieron componer un Himno que nos permitiera identificar nuestra misión cada vez que lo cantáramos. Y lo compuse, bajo el citado título.
Si bien decidí nuevamente no proseguir la carrera hacia el sacerdocio, reconociendo que esa no era mi vocación, dejé definitivamente dicho intento, y estudié Psicología, alcanzando el grado de Doctor en Psicología en la UNA.
Desde entonces atiendo en mi consultorio a personas de toda condición social, incluyendo sacerdotes y monjas, manteniendo siempre el lema encontrado en el Noviciado de Schöenstatt. Dios me preparó para esto.
Transcribo aquí la letra de la citada canción, donde aparece el tema de LA CRUZ.
"PASTOR AD PATREM"
(Pastor hacia el Padre)
"Toma, Pastor, mi cayado:
tuya es la herencia de mi Grey.
Recibe el fuego de la entrega,
Recibe el fuego de la entrega,
serás mi compañero fiel.
Cada noche estaré
vigilando junto a ti,
sin descanso, ese rebaño
que yo te di.
Y SUBIRÁS A LA CRUZ,
mas no vacile tu amor:
contigo voy en camino,
contigo voy en camino,
Pastor hacia el Padre".
Dame, Señor, ser presencia
de tu mensaje y de tu amor:
ama a los hombres con mi vida,
ama a los hombres con mi vida,
por ellos sufre en mi dolor.
Que si Tú estás en mi,
¿a quién puedo yo temer?
Serás Tú quien al aprisco
guiará la Grey.
Y si en el alba final,
SUS BRAZOS ABRE UNA CRUZ,
JUNTO A MI GREY VOY POR ELLA,
PASTOR HACIA EL PADRE.
(Santiago de Chile - 1963)
Siempre he escuchado y admitido que todos llevamos la propia cruz.
Pero eso ¿qué significa?
Respuesta: que nadie se salva de sufrir en esta vida, y que los dolores, físicos, morales, o psicológicos, constituyen un peso que, a veces, se torna enorme, y pareciera ya insoportable, como lo es LA MUERTE DE UN HIJO, dolor que me está tocando sufrir en este momento.
Pero
--- "Nadie es tentado más allá de sus fuerzas", es decir, que cada persona carga con sufrimientos que está en condiciones de soportar. Leemos en San Pablo, en su primera Carta a los Corintios, capítulo 10, versículo 13: "Ustedes no han pasado por ninguna prueba que no sea humanamente soportable. Y pueden ustedes confiar en Dios, que no los dejará sufrir pruebas más duras de lo que pueden soportar. Por el contrario, cuando llegue la prueba, Dios les dará también la manera de salir de ella, para que puedan soportarla".
--- Y todo sufrimiento, según lo comprobamos los psicólogos, purifica, eleva el espíritu hacia Dios, y expande nuestra capacidad de percibir la inmensa magnitud del gozo que nos deparará la vida eterna.
El Doctor Eben Alexander, en su libro "La prueba del Cielo", habla de este tema que no abordo yo aquí, para no extenderme demasiado.
Pero la magnitud del gozo, será mucho mayor que la del sufrimiento.
Es decir, que nadie sufre en vano, porque Dios convierte en bien cada dolor.
Y esta ha sido mi más íntima experiencia que hoy comparto con ustedes: la inesperada y repentina muerte de nuestra hija Silvia, ha sido, para mí y para mi esposa, la más grande experiencia de "SUBIR A LA CRUZ", como le advierte Jesús al pastor, según lo digo en mi canción.
Mi esposa y yo nos sentimos, a partir de tan desgarradora noticia, profundamente desolados en medio de la tempestad demoledora de este insondable sufrimiento.
Subir a la Cruz es eso: aceptar, con absoluta humildad, sin comprender los designios de Dios, los latigazos, bofetadas, salivazos y crucifixión que nos toca recibir cuando muere un ser querido, especialmente cuando se trata de un hijo.
Esta aceptación, obviamente, lejos de ser un acto masoquista, es un acto de fe.
Sabemos que, después de la noche, ¡vendrá el amanecer!
Dios no ha hecho nada imperfecto. Su obra creadora es tan perfecta, que ha resuelto incluso el problema del dolor ante la muerte.
Dios no ha hecho nada imperfecto. Su obra creadora es tan perfecta, que ha resuelto incluso el problema del dolor ante la muerte.
Este será el tema de mi próximo libro, el décimo, cuyo título será, probablemente: "LO QUE SE ESCONDE EN LA MUERTE".
Cordiales saludos:
Dr. Francisco Oliveira y Silva
Dr. Francisco Oliveira y Silva
Me conmueven sus palabras, y es tan cierto que cada uno carga su Cruz, sus pesares, sus sufrimientos, pero todo tiene su fin. Saludos Francisco Oliveira y Silva, me enorgullece su fortaleza
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